Las derechas

Hace algunos días, Arnaldo Córdova, el investigador mexicano, escribió un diagnóstico crudo y brillante de la derecha en México:

“La derecha, cuando es una fuerza dominante, hegemónica y, más todavía, gobernante, es, por necesidad, sinónimo de barbarie y de oscurantismo. Destruye todos los valores que sustentan las libertades de los individuos y es enemiga jurada de la igualación de los mismos en cuanto a oportunidades de mejoramiento, de preparación cultural y hasta de identidades que puedan ir más arriba de lo que ella es en su pequeñez y en su miseria espiritual. Es elitista por naturaleza, no obstante que ella no es modelo para nadie ni en nada. No soporta que aquellos que son diferentes de ella, por inteligencia, por el color de la piel o por la humildad de su origen la superen o aspiren siquiera a ello” (La Jornada, 6-09-09)

Sin duda que Córdova está pensando en el Partido de Acción Nacional (PAN) que es quien gobierna México hace nueve años y ha impuesto un espantoso toque conservador y católico a su gobierno. Pero me permito robarme la descripción para pensar en Bolivia, donde si bien por suerte la derecha no es una “fuerza dominante, hegemónica y gobernante” –o lo es solamente en algunas restringidas regiones-, sí es un “sinónimo de barbarie y de oscurantismo”.

Cada una de las palabras de Córdova le caben a la derecha boliviana: destruye los valores de la libertad, enemiga de la igualdad, elitista, miserable espiritualmente. No otra cosa significa el binomio Manfred – Leopoldo que recientemente se destapó como opción presidencial. Uno matón de dictaduras, el otro matón de pueblo; ambos herederos de lo peor de la cultura autoritaria boliviana. ¿Cuándo la derecha va a poder renovarse y ofrecer al país verdaderas alternativas de nación? ¿Les cuesta mucho conseguir rostros nuevos, ideas frescas y sensatas? ¿Cuándo los dinosaurios van a desaparecer?

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