Biquini en el C.C.U.
Cuenta Juan Villoro que Ibargüengoitia
sugería que cuando las ideas no bajaban al teclado había que salir a caminar y
tomar aire. Me tomo en serio la
invitación y dejo mi cubículo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la
UNAM rumbo al Centro Cultural Universitario.
Llego al restaurante Azul y oro,
está vacío, puedo escoger la mejor mesa que equilibre vista a los paseantes,
suave compañía del sonido de la fuente y sombra. Pido mi café expreso cortado y comienzo la
lectura de los avances de una tesis de doctorado sobre sociología de la familia,
y otra que aborda el tema de la perspectiva de género y el aborto en México.
Sumergido en mis textos, sólo
me distrae un motociclista que pasa irrumpiendo el espacio de peatones –lo que
siempre me enerva-, y un grupo de teatro que ensaya dando eventuales gritos
frente a la elegante pared que con letras grandes y doradas dicen: “Foro Sor
Juana Inés de la Cruz”, “Teatro Juan Ruiz de Alarcón”. Hasta aquí todo perfecto. Cultura, café,
discreto silencio.
No sé por qué, me traiciona un
instinto y levanto la vista. Pasa caminando
un grupo de jóvenes, todos en traje de baño, las mujeres en biquini y zapatos
con tacones altos. Por supuesto que se alborota mi lectura. En ese espacio que tanto he recorrido he visto
niños, adultos, bicicletas, patines, señoras, sillas de ruedas, extravagancias
y elegancias, pero biquinis jamás.
Intento, sin mucho éxito volver a las letras, pero el grupo, ahora
separado en triadas, vuelve a pasar.
Pido la cuenta, cierro mis
libros convencido de que no vencerán la batalla contra la exposición de los
cuerpos y me dispongo volver a mi cubículo, donde seguro no tendré ese tipo de
interrupciones. En mi camino, vuelvo a
verlos, ahora dispersos, cada uno apoyado en alguna baranda o en los árboles al
lado de la sala Nezahualcóyotl, como si me estuvieran persiguiendo y fuesen
fruto de mi imaginación. No me aguanto
la curiosidad y pregunto a una de ellas –entre otras cosas para constatar que
no es un sueño-: “¿disculpa, de qué se trata?”, “es un ejercicio de actuación”,
me responde. Claro, en el camino paso
por el Centro Universitario de Teatro y todo adquiere sentido.
Como fuera, seguiré más a
menudo la recomendación de Ibargüengoitia, parece que tenía razón.
Hugo José Suárez
IIS-UNAM
Publicado en: http://registropersonal.nexos.com.mx/?p=3161
(14-mayo-2012)
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