Gramsci en el Bronx

Es la iniciativa del artista Thomas Hirschhorn (julio-septiembre 2013) expuesta en un barrio popular en Bronx, Nueva York. Se trata de una construcción artesanal toda de madera con varios cuartos y espacios para discusión y recreación.  Hay una cafetería, una sala de conferencias al aire libre, un cuarto de computadoras –con el simpático título: “Internet, una ventana al mundo”-, una biblioteca.  Todo hace alusión al intelectual italiano, y en una de las salas se exhiben algunos objetos personales de sus largos años en prisión: tenedores, peine, billetera.  La biblioteca alberga varios libros suyos que pueden ser consultados in situ. Además hay una radio que transmite por internet y un programa de actividades variado e intenso, con conferencistas de varios lados y temas diversos. El lugar está construido provisionalmente y con la intención de durar sólo unos meses, con materiales de madera, ventanas de plástico, sillones recogidos de la calle y forrados con papel, etc.
La propuesta de Hirschhorn es rendir un homenaje a distintos pensadores en diferentes lugares y momentos.  En 1999 hizo el Monumento Spinoza, en el 2000 a Deleuze, en el 2002 a Bataille.  Para Gramsci, escogió uno de los barrios más desatendidos y estigmatizados en Nueva York, se puso en contacto con los vecinos, y buscó que la instalación no sea la llegada de un artista ajeno que hace su obra, sino que más bien se produzca una interacción con ellos.  Por eso, quienes la cuidan y atienden son los propios habitantes.
La obra, por un lado, implica en sí misma un producto estético particular, una especie de reciclaje de lo urbano desde lo urbano en un ámbito de marginalidad.  Pero por otro lado, se convierte en un espacio de intercambio y reproducción cultural donde hay conferencias, lectura de poemas, talleres, libros, discusión y café. De hecho por sus pasillos transitan tanto algún académico que vino de otro barrio y de una universidad prestigiosa, como los niños afroamericanos que salieron a jugar a su parque que, ahora, tiene una construcción extraña pero atractiva. Además, se colgaron en algunos de los edificios grandes afiches con frases de Gramsci.  De ellas, me quedo con una que en cierto sentido sintetiza la apuesta: “todo humano es un intelectual”.

Lindo homenaje al pensador italiano que pasó su vida en prisión.  Seguro que esa es una de las mejores maneras de liberarlo.
(Publicado en El Desacuerdo, N. 22. La Paz - Bolivia)

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