Referéndum. ¿Para qué?
Hugo José Suárez
Hoy domingo los
bolivianos saldremos a las urnas, incluso los que vivimos fuera. He pensado
mucho antes de inscribirme para ir a votar, y tengo dudas de haber tomado la
buena decisión. Pero ahí estaré, dudando hacia qué lado inclinar la balanza
hasta el último momento.
Mientras vaya a
la Embajada de Bolivia en México –que es donde debo acudir-, tendré en mi mente
a los seis muertos de El Alto el fatal miércoles 17 de febrero. Escucharé sus
gritos, su angustia, su respiración interrumpida por el humo que lentamente les
iría quitando la vida. También pensaré en todo lo que he visto en los medios
por internet los últimos días, en toda la cochinada dicha de un lado o de otro.
En las mentiras cuyo origen poco importa; se parecen tanto entre ellos, es tan
difícil diferenciarlos... Sólo sacaré una conclusión: vivimos una era de
degradación de la política.
¿Cómo hemos
llegado aquí? ¿Quién nos ha conducido a este callejón sin salida? ¿Era
necesario inyectarle tanto odio a la política? ¿Las luchas sociales, los mártires,
las discusiones, las ideas, nuestra historia, todo sirvió para que hoy, frente
a una boleta, tengamos que escribir con tinta roja una cruz en el “sí” o en el
“no”? Y retomo la vieja pero no por ello menos vigente pregunta: ¿cuándo se
jodió la política? ¿Cuándo el ejercicio de lo público se convirtió en sinónimo
de falta de civilidad? Finalmente ¿quién gana y quién pierde con este
Referéndum? Yo creo que perdemos todos, más allá del resultado que nos
comuniquen al final de la jornada.
Este día quedará
en la historia electoral boliviana como el ejercicio tal vez más caprichoso,
más inútil, más terco en la lucha por el poder. Me saltarán de un lado y de
otro, los unos dirán que aquí se juega el “proceso de cambio”, los otros que
aquí se lucha por la democracia, pero lo más curioso es que ambos saben que no
se juega ni lo uno ni lo otro. La democracia está en ambos lados, el proceso de
cambio también, estamos asistiendo a una pantomima donde los luchadores
artificialmente acentúan sus diferencias cuando en realidad son siameses, cada
vez más perversos, cada día más cercanos.
En el anterior Referéndum
Revocatorio del 2008, efectivamente estaban en juego dos proyectos de país, uno
piloteado por el Presidente Evo Morales, y el otro por la élite en retirada que
luchaba por no perder sus privilegios. La barrera entre ambas opciones era
clara. Hoy siento que vivimos una trampa. Toda elección es mentirosa porque es
el resultado de procesos que impiden que verdaderamente se elija, y se restringen
las opciones a lo que legítimamente se ha decidido previamente en otras
instancias. El proceso de construcción de una papeleta electoral es una
metáfora de cómo se establecen filtros que enmarcan el universo de lo posible,
y el votante es libre para desplazar su pluma al interior del papel que tiene en
frente, si se sale del margen, queda anulado.
El gobierno nos
quiere hacer creer que si no votamos por él el proceso de cambio estaría en
riesgo. Saben que no es cierto, que seguirá de todas maneras, que habrán otras
posibilidades y que más bien ellos mismos quedarían fortalecidos para buscar
nuevos liderazgos construyendo más consensos sociales que permitan mayor
proyección no dependiendo de una sola persona. La oposición quiere mostrarnos
que la democracia es alternancia y que sólo si se va Evo habrá otro país, y
saben que no es cierto, que cambiar el rostro de quien gobierna no implica una
democracia.
Ambas opciones se
presentan como excluyentes y son mentirosas. La gran dicotomía que nos han
puesto al frente es “Sí a Evo y al proceso de cambio” (sí y sólo sí) vs. “No a Evo
y no al proceso de cambio” (no y sólo no). Pero si descomponemos ambos
elementos, tenemos, en vez de dos opciones, cuatro: aquellos que quieren que
Evo continúe, pero no el proceso de cambio (por ejemplo la banca, la industria de
la construcción, algunos empresarios y otros sectores que son los que más han
ganado en los últimos diez años y que la estabilidad política les da jugosos
réditos económicos), y aquellos que no quieren a Evo en la conducción pero sí el
proceso (algo como “sí, pero no así”). Y con un poco más de imaginación,
podríamos pensar en más combinaciones, que de hecho son las que se darán más
allá del resultado.
El caso es que,
como decía, caprichosos y mezquinos intereses nos han conducido a una
confrontación irresoluble. Estamos en el despeñadero. Cuando más el país
necesitaba puentes, han construido murallas con alambre de púas. La historia
les pasará la factura.
"Publicado en El Deber
21/2/12"
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